Buenos días mis estimados lectores (as), después de un tiempo ausente, estoy de vuelta aquí, para iniciar; de nueva cuenta y en medida de lo posible a escribir constantemente en este nuestro blog.
Hay lugares que nos marcan de por vida, recuerdos acumulados en la memoria que si bien no pueden ser todos felices, al menos son lo suficientemente agradables para permanecer con nosotros el tiempo que permanecemos vivos. Esos lugares merecen ser recordados, porque en ellos transcurrieron situaciones que nos han formado en lo que somos y sobre todo en lo que podemos ser.
Hace tiempo, existió un lugar donde los niños podían jugar en la calle, la mayoría de las personas se conocían, habían diversiones sanas y aun se respiraba ese aire de tranquilidad que muchas veces olvidamos que puede existir en nuestras vidas.
Ese aire, que solo lugares como ese te pueden hacer sentir; por las mañanas te despertaba el sonido de los pájaros, acompañados de rayos de sol que se filtraban por las ventanas, el aire era limpio, lo podías percibir; si mirabas al cielo encontrabas un azul nítido aderezado a veces con un blanco exquisito de nubes.
En la calle, podías saludar a tus vecinos, deseándole buenos días a todos, mientras ibas a tus labores diarias, las señoras del hogar aseaban sus casas, regaban sus plantas y antes de medio día, ya tenían listo lo que iban a utilizar para elaborar su comida, el aire era fresco dentro de sus hogares y la limpieza de los mismos se podía percibir.
Regresabas de la escuela directo a comer, te bañabas, hacías la tarea y por la tarde podías salir a jugar con tus amigos, si los amigos de la infancia esos que viven en la misma calle o en la misma colonia, los que se juntan en un lugar dado, el cual es como su cuartel general, esos amigos con los cuales te puedes pelear por media hora y después seguir como si nada. En mi caso existía un lugar al cual llamábamos “la bardita”, que efectivamente era una pequeña barda de unos 70 cm. de altura y unos 3 mts. de largo, que estaba ubicada frente a la casa de una tía abuela, donde nos llegábamos a sentar y planear las cosas.
En “la bardita”, se gestaban todas las ideas y los planes a seguir durante la tarde y parte de la noche, ahí era la cita puntual y sabías que aunque fueras el primero en llegar, apenas te vieran los amigos uno a uno comenzaban a llegar; los juego generalmente implicaban un esfuerzo físico, corrías mucho, saltabas, trepabas, etc., obviamente habían heridas, pero nada que el agua oxigenada, alcohol y para los raspones el polvo de azufre no curaran. La niñez era sana, y no veíamos a tantos niños gorditos como ahora, no usamos muchas de las cosas que la tecnología nos fue proveyendo.
Y mientras nosotros jugábamos, en los porches de las casas, se podía ver a las familias enteras platicando, eran tardes donde se salía a tomar el “fresco”, se podían escuchar historias, hablar de las noticias, contar chistes y si también chismes. Los hijos visitaban a los padres y mientras eso sucedía, los nietos jugaban con sus amigos.
Eran épocas felices, teníamos mayores vínculos familiares y por cuestiones de esfuerzo físico, mayor salud. Esos lugares son los que no se deben olvidar, porque los recuerdos son en su mayoría buenos.
Llegaba la noche y podías ver las estrellas en el cielo, recuerdo la brisa fresca en el techo de mi casa, mismo que me sirvió muchas noches para estar ahí, simplemente como observador de la grandeza del universo y de nuestra pequeñez. Vi muchas estrellas fugaces en ese techo, lluvias de estrellas, para las cuales se reunían los amigos que conseguían el permiso para ir a contemplarlas juntos.
En las noches cálidas, podías pasar más tiempo fuera, pretextando que estabas en lo “fresco”, o bien se sacaban los ventiladores hacia los corredores de las casas y los lugares que antes eran ocupados por las personas mayores, ahora servían para que a los pequeños, que jugamos toda la tarde, nos refrescáramos con la brisa de los mismos, después de llegar sudados.
De ahí, todos nos despedíamos y cada quien para su casa, a bañarse, cenar y dormir, esperando un nuevo día, esperando con ansia la nueva reunión en “la bardita”, pensando en que se podría jugar el día de mañana. Porque la niñez hay que disfrutarla, y si tienes un buen lugar donde vivirla mucho que mejor. Tengo muchos recuerdos de ese lugar, de ese tiempo y espero poderlos compartir con ustedes, porque en “la bardita”, paso gran parte de mi infancia, y muchas de las bromas y juegos que perduran en mi mente. Esperen próximas noticias de ese lugar. Lugares adecuados en momentos oportunos, algo que debemos valorar.
Charito beach…te llevo en mi corazón…(TITULO DE UNA CANCION QUE LE HICIERON A ESE LUGAR).
Hay lugares que nos marcan de por vida, recuerdos acumulados en la memoria que si bien no pueden ser todos felices, al menos son lo suficientemente agradables para permanecer con nosotros el tiempo que permanecemos vivos. Esos lugares merecen ser recordados, porque en ellos transcurrieron situaciones que nos han formado en lo que somos y sobre todo en lo que podemos ser.
Hace tiempo, existió un lugar donde los niños podían jugar en la calle, la mayoría de las personas se conocían, habían diversiones sanas y aun se respiraba ese aire de tranquilidad que muchas veces olvidamos que puede existir en nuestras vidas.
Ese aire, que solo lugares como ese te pueden hacer sentir; por las mañanas te despertaba el sonido de los pájaros, acompañados de rayos de sol que se filtraban por las ventanas, el aire era limpio, lo podías percibir; si mirabas al cielo encontrabas un azul nítido aderezado a veces con un blanco exquisito de nubes.
En la calle, podías saludar a tus vecinos, deseándole buenos días a todos, mientras ibas a tus labores diarias, las señoras del hogar aseaban sus casas, regaban sus plantas y antes de medio día, ya tenían listo lo que iban a utilizar para elaborar su comida, el aire era fresco dentro de sus hogares y la limpieza de los mismos se podía percibir.
Regresabas de la escuela directo a comer, te bañabas, hacías la tarea y por la tarde podías salir a jugar con tus amigos, si los amigos de la infancia esos que viven en la misma calle o en la misma colonia, los que se juntan en un lugar dado, el cual es como su cuartel general, esos amigos con los cuales te puedes pelear por media hora y después seguir como si nada. En mi caso existía un lugar al cual llamábamos “la bardita”, que efectivamente era una pequeña barda de unos 70 cm. de altura y unos 3 mts. de largo, que estaba ubicada frente a la casa de una tía abuela, donde nos llegábamos a sentar y planear las cosas.
En “la bardita”, se gestaban todas las ideas y los planes a seguir durante la tarde y parte de la noche, ahí era la cita puntual y sabías que aunque fueras el primero en llegar, apenas te vieran los amigos uno a uno comenzaban a llegar; los juego generalmente implicaban un esfuerzo físico, corrías mucho, saltabas, trepabas, etc., obviamente habían heridas, pero nada que el agua oxigenada, alcohol y para los raspones el polvo de azufre no curaran. La niñez era sana, y no veíamos a tantos niños gorditos como ahora, no usamos muchas de las cosas que la tecnología nos fue proveyendo.
Y mientras nosotros jugábamos, en los porches de las casas, se podía ver a las familias enteras platicando, eran tardes donde se salía a tomar el “fresco”, se podían escuchar historias, hablar de las noticias, contar chistes y si también chismes. Los hijos visitaban a los padres y mientras eso sucedía, los nietos jugaban con sus amigos.
Eran épocas felices, teníamos mayores vínculos familiares y por cuestiones de esfuerzo físico, mayor salud. Esos lugares son los que no se deben olvidar, porque los recuerdos son en su mayoría buenos.
Llegaba la noche y podías ver las estrellas en el cielo, recuerdo la brisa fresca en el techo de mi casa, mismo que me sirvió muchas noches para estar ahí, simplemente como observador de la grandeza del universo y de nuestra pequeñez. Vi muchas estrellas fugaces en ese techo, lluvias de estrellas, para las cuales se reunían los amigos que conseguían el permiso para ir a contemplarlas juntos.
En las noches cálidas, podías pasar más tiempo fuera, pretextando que estabas en lo “fresco”, o bien se sacaban los ventiladores hacia los corredores de las casas y los lugares que antes eran ocupados por las personas mayores, ahora servían para que a los pequeños, que jugamos toda la tarde, nos refrescáramos con la brisa de los mismos, después de llegar sudados.
De ahí, todos nos despedíamos y cada quien para su casa, a bañarse, cenar y dormir, esperando un nuevo día, esperando con ansia la nueva reunión en “la bardita”, pensando en que se podría jugar el día de mañana. Porque la niñez hay que disfrutarla, y si tienes un buen lugar donde vivirla mucho que mejor. Tengo muchos recuerdos de ese lugar, de ese tiempo y espero poderlos compartir con ustedes, porque en “la bardita”, paso gran parte de mi infancia, y muchas de las bromas y juegos que perduran en mi mente. Esperen próximas noticias de ese lugar. Lugares adecuados en momentos oportunos, algo que debemos valorar.
Charito beach…te llevo en mi corazón…(TITULO DE UNA CANCION QUE LE HICIERON A ESE LUGAR).
NOTA: La foto es de un lugar de Chiapas, no pertenece al descrito.
PAZ.
PAZ.
Por supuesto, que buenos recuerdos de la infancia, que bien he recordado los buenos tiempos, menos mal que todavía están intactos en mi memoria, gracias por el recordatorio. Por cierto que buena época. Pero uuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu ya llovió...
ResponderEliminarcon razon yo dije y ahora de donde tomo este la foto si soy nativa playera y nunca q lo habia visto jajajaja
ResponderEliminarbueno q tengas suerte en tu blog!!!!!
at: tu prima la mas bonita gggggg
uchales Willie que te paso que no has escrito eh, ya ni te he visto on line, hm.... a ver que día me hechas una llamadita no!!, Sale pues ahi te cuidas, que andes super, besos, ciao!!
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